jueves, 14 de marzo de 2013

La niña llorona se convierte en Sailor Scout



Este es el nombre del primer capítulo de la serie de mi infancia, Sailor Moon. Cuando veía esta serie de pequeña no tenía ningún amigo verdadero, y la alegría de mi vida se reducía al rato en el que encendía la televisión, rondando las ocho de la tarde, me sentaba en el escritorio mientras hacía los deberes de matemáticas (que detestaba y detesto) y soñaba. No es que tuviera una niñez traumática, bueno, en cierto modo, yo no la recuerdo de una forma tan horrible, aunque ocurrieran cosas que por mi edad no pudiera entender.

Me hubiera gustado ser una niña normal, como a las que su madre les hacía coletas y trenzas, y les ponían vestidos monos, les ayudaban con los deberes y les contaban cuentos al acostarse. Mi madre siempre me refiere que cuando era pequeñita, con cuatro o cinco añitos, eso así era, pero yo ya hace mucho que olvidé esos días, no sé como ni porque... Pero ocurrió. Así que me convertí en una de esas crías a las que sus padres les compran un montón de cosas, supongo que para compensar el hecho de que no estaban mucho por mí.

Recuerdo que tenía muchos juegos de mesa, pero apenas hubo alguna vez en la que jugara con alguien. Pensaréis que soy una estúpida, quizá que es una tontería que me queje porque mis "papis" no jugaron conmigo de cría, sé que hay cosas mucho peores en el mundo, pero personalmente, lo echo de menos en mi vida, me ha dejado un hueco. Porque aprendí a estar sola, y después pasaron muchas más cosas que acrecentaron el dolor y la soledad. Y yo solo era una niña.

Aunque esté aprendiendo a aceptarlo, soy humana, siento rabia, es muy triste que el pensar en tu niñez lo mejor que recuerdes sea una serie de dibujos. Pero, por encima de todo, de lo que me he dado cuenta es de que durante todo este tiempo enfadada con el pasado, en el fondo, lo único que he querido es abrazar a mi familia otra vez como aquellos días, porque les quiero, y deseo ser una chica normal y volver a empezar. Y hoy, no se como, ha ocurrido un milagro por parte de personas que jamás pensé que me entenderían.

Aún con su propia ideología, y a su manera (que no es ni mucho menos mala), me han comprendido. He podido hacer algo que me moría por hacer todo este tiempo, abrazarles y llorar, no todo en ese orden, pero lo he hecho. En el fondo, sigo siendo la niña llorona que se sentaba a ver Sailor Moon mientras hacía sus deberes de matemáticas. Ensoñando mientras camina por la calle, jugando con sus muñecas (y cortándoles el cabello), aquella niña que se apartaba el cabello con una cinta de colorines. Pero al igual que el aprecio que sentimos por quienes queremos, a veces las cosas, simplemente, no tienen porque cambiar.

Y hoy, por eso, me han dicho quizá ya sea hora de hacer borrón y cuenta nueva, dándome la oportunidad de demostrar quien soy de verdad.

Y hoy, aunque no me he topado con un gato parlante con una marca en forma de croissant en la frente, y aunque ni siquiera tengo un broche para transformarme en guerrero, hoy, después de diecinueve años y muchos días, y muchas lágrimas, puedo decir orgullosamente que la niña llorona se convierte en Sailor Scout.

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